¿Alguna vez te has preguntado qué pasa con las aguas residuales de nuestras casas, trabajos o grandes empresas e industrias? Aunque es una constante en nuestras vidas muy pocas veces lo pensamos y pasamos por alto el trabajo detrás del manejo de las aguas residuales.
Las aguas residuales son el resultado de nuestras actividades y pueden provenir de diferentes fuentes como las viviendas, comercios, industrias, actividades agrícolas, ganaderas y aguas de escorrentía pluvial (agua lluvia no absorbida por el terreno). Su amplia variedad de orígenes también explica la diversidad de sustancias y contaminantes, lo que las hace altamente peligrosas para la salud humana y el medio ambiente de no ser manejadas de forma correcta. Es en este punto donde se hace relevante el sistema de tratamiento de este tipo de líquido y el papel de los tanques para aguas residuales.
Ahora que entendemos la importancia de tratar las aguas residuales y su impacto en nuestra sociedad, es oportuno conocer los 3 tipos de tratamiento que existen para liberarlas de los contaminantes:
También conocidas como PTAR, las plantas de tratamiento de aguas residuales son un sistema de componentes encargados de la limpieza de forma segura a nuestro medio ambiente. Eliminando desde sólidos hasta componentes químicos en el agua en tres pasos.
Para completar este proceso de forma correcta uno de los componentes más importantes son los tanques de almacenamiento de aguas residuales, en ITM hemos diseñado y fabricado cientos de tanques australianos que cumplen con las características necesarias para llevar a cabo esta función. Con capacidad de almacenamiento entre 5 y 2.000 m³ que se adaptan a las diferentes características físico–químicas y microbiológicas de las aguas residuales. Fabricados bajo medida. Nuestros Biotanques son totalmente portátiles, modulares y se personalizan según las necesidades de nuestros clientes.
La problemática de las aguas residuales en Latinoamérica sigue siendo un tema de gran importancia y preocupación. De acuerdo con investigaciones realizadas por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la región invierte actualmente solo un 1.8% del Producto Interno Bruto (PIB) en infraestructura de agua, una cifra que queda considerablemente por debajo del 3.12% recomendado para cerrar la brecha y alcanzar una gestión sostenible del recurso hídrico para el año 2030.
Resulta alentador ver cómo algunos países latinoamericanos están uniendo fuerzas para abordar esta situación. México y Colombia son ejemplos recientes de naciones que están colaborando en procesos de investigación y educación destinados a proporcionar nuevas herramientas y conocimientos para el manejo adecuado de las aguas residuales. En el año 2013, Panamá inició operaciones en su planta de tratamiento de aguas, la cual recibe desechos de los distritos de Panamá y San Miguelito. Los resultados han sido notables, con beneficios tangibles para la biodiversidad y la recuperación de la bahía.
Por otro lado, países como Perú y Ecuador están proyectando la construcción de plantas de tratamiento de agua que tienen como objetivo mejorar tanto el manejo como el aprovechamiento del recurso hídrico. Estas iniciativas son cruciales para abordar el creciente desafío de la gestión de aguas residuales en la región.
Dada la relevancia y la urgencia del tema, es esencial que profundicemos en la comprensión de cómo funcionan los procesos de tratamiento de aguas residuales. No se trata únicamente de un aspecto técnico, sino de un elemento clave para la preservación del medio ambiente y la salud pública. La inversión en infraestructura de tratamiento, la promoción de prácticas sostenibles y la educación a nivel comunitario son aspectos interconectados que deben ser abordados de manera integral.
En este sentido, es fundamental que gobiernos, organizaciones y comunidades se unan en un esfuerzo conjunto para promover la gestión responsable de las aguas residuales. Además, la concienciación pública sobre la importancia de este tema es vital para fomentar cambios en los hábitos de consumo y la toma de decisiones a nivel individual y colectivo. Solo a través de una acción coordinada y comprometida podremos superar los desafíos actuales y asegurar un futuro más sostenible y saludable en relación con nuestros recursos hídricos.